Una apetencia desmesurada por los dulces y el desorden en el reparto de las comidas del día pueden esconder un desorden emocional materializado en estrés, ansiedad y altibajos emocionales.
Un caos que al mismo tiempo se materializa con la tendencia al picoteo continuo y a la apetencia en la mayoría de los casos por dulces o alimentos muy azucarados.
Como consecuencia de estos hábitos, muchas personas experimentan hipoglucemias o bajadas pronunciadas de azúcar, un desequilibrio en la gestión de los azúcares que puede ser el origen y la causa de síntomas tan variados como los continuos dolores de cabeza, un apetito voraz en distintos momentos del día, crisis de ansiedad, altibajos emocionales, estados de irritabilidad, cansancio o incluso agotamiento físico y mental.
El seguimiento de dietas de adelgazamiento, muchas de ellas restrictivas, sin fundamento y sin el pertinente asesoramiento dietético, es el trampolín hacia estados anímicos negativos, y a comportamientos compulsivos como los atracones, que encierran un círculo vicioso de ansiedad y necesidad imperiosa de comer más, de comer dulce..., e incluso en obsesión por la comida o por ciertos alimentos.
Por eso, establecer un orden en las comidas y en los horarios, respetarlos, ajustarse a unas cantidades saludables de alimentos y ser selectivo tanto en el tipo de alimentos como en su forma de cocinado, son herramientas que ayudan a controlar y combatir desde la alimentación el estrés y la ansiedad.
La preocupación excesiva que sienten muchas personas -más mujeres que hombres- por su peso corporal contribuye a distorsionar la propia percepción del hambre y de la saciedad, y lleva a caer en la tentación de comer de una forma compulsiva y desordenada.
Ser mujer y padecer sobrepeso u obesidad, junto a una historia vital de importantes fluctuaciones en el peso, son factores de riesgo que favorecen el desequilibrio emocional, las crisis de ansiedad, una personalidad marcada por altibajos emocionales e incluso episodios depresivos.
Ser mujer y padecer sobrepeso u obesidad, junto a una historia vital de importantes fluctuaciones en el peso, son factores de riesgo que favorecen el desequilibrio emocional, las crisis de ansiedad, una personalidad marcada por altibajos emocionales e incluso episodios depresivos.
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