Contra la obesidad, piden que la escuela enseñe a comer sano

En el país uno de cada 10 chicos sufre sobrepeso. La información de las etiquetas es clave.

Los niños comen, ante todo, por necesidad. Luego, por gusto. Y en tercer lugar, porque ese alimento que eligen está promocionado por un héroe de ficción, un jugador de fútbol o una marca determinada. Ellos, además, ayudan a sus padres a decidir las compras y para las empresas ya integran la categoría de consumidores. En el mundo, hay 40 millones de chicos con sobrepeso. En Argentina, representan el 10% del total de personas de entre 2 y 16 años. La obesidad es la pandemia global del Siglo XXI y no tiene freno. Los expertos piden que la alimentación sea un tema a tratar en los colegios.

Hoy se celebra el Día Mundial de la Alimentación Saludable. La Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) y la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (COPAL), con la presencia del Ministerio de Salud de la Nación, presentaron ayer un estudio sobre las causas de la obesidad en la Argentina y algunas pautas para detenerla. Entre ellas, que la educación alimentaria “es la mejor estrategia para la prevención y el control de los problemas relacionados con la alimentación”. Advierten que faltan actividades sistemáticas de educación, aunque hubo experiencias aisladas, y que el tema debe incorporarse en las escuelas.

En el informe también señalan que si bien el rotulado de los alimentos está muy regulado, sólo la mitad de la población lee los envases e incluso los que los leen no pueden interpretar adecuadamente los datos. Para Daniel Funes de Rioja, presidente de COPAL, no hay opción más que aprender a leerlas: “La normativa establece cómo componer las etiquetas, cuáles son los ingredientes y componentes que deben figurar”, explicó (ver infografía).
“Cuanto más chicos, más receptivos, y más perdurable será el hábito”, apunta Edgardo Ridner, presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición. Para él, la alimentación debe ser un tópico en los colegios. “Hoy hay esfuerzos espontáneos de los docentes. Salvo por eso, la escuela no juega un rol en alimentación saludable. Nosotros sugerimos que se incorpore formalmente el tema para generar buenos hábitos de vida a futuro”, siguió Ridner.
La obesidad no distingue regiones ni clases sociales. El sedentarismo, la tecnología, la cultura del delivery, los productos industrializados que no sacian pero aportan grasas, azúcares y sodio, son algunos de los motivos que explican por qué la obesidad está lejos de desacelerarse. La enfermedades asociadas –diabetes, cardiovasculares, hipertensión, accidente cerebrovascular– acompañan la curva ascendente del sobrepeso. Al mismo ritmo, avanzan las campañas de sensibilización, pero no son suficientes.

Sebastián Laspiur, director de Promoción de la Salud y Control de Enfermedades no Transmisibles del Ministerio de Salud de la Nación, aportó otra mirada al problema: “La comunicación no garantiza cambios de comportamiento: hay más información y hay más obesos. La alimentación saludable está incorporada a la currícula, aunque siempre es mejor reforzarla. ¿Pero sería coherente que les hablemos a los alumnos de la importancia de ingerir frutas si en el recreo se encuentran con que el kiosco les ofrece sólo alfajores triples, o si terminan tomando una gaseosa porque no hay bebedero? Si el entorno no favorece el cumplimiento completo de esos mensajes, no sirve”, planteó tras participar de la jornada. Para fin de año, presentarán un manual del “kiosco saludable”.


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